El islamista
Mohamed Mursi, falleció tras asistir a la sesión de un juicio en el que se le
juzgaba por revelar secretos de Estado a entidades extranjeras, como el grupo
palestino Hamás.
En 2017 el
Tribunal de Casación egipcio había confirmado una cadena perpetua contra Mursi
también por espionaje y el año anterior fue condenado a 25 años de prisión por
el uso de la violencia y por la muerte de manifestantes durante los disturbios
que se produjeron a las puertas del palacio presidencial en diciembre de 2012.
Su breve
mandato, de apenas un año de duración, fue muy polémico y agitado, y en varias
ocasiones hubo protestas en las calles en contra de sus políticas consideradas
no inclusivas y radicales, sobre todo por la minoría cristiana de Egipto, las
mujeres y los sectores más liberales.
La
polarización en el país fue en aumento a lo largo de 2013 hasta las masivas
manifestaciones del 30 de junio para pedir su renuncia y la convocatoria de
elecciones anticipadas.
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